Triana, barrio de bizcocheros.

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Hoy volvemos a Triana para conocer algo que pocos conocen. Y es que el barrio, siglos atrás, aparte de marinero, alfarero y pescador, también fue bizcochero. En Triana se hacían bizcochos, pero no lo que hoy conocemos como tal. Esos bizcochos de siglos atrás era el pan, doblemente cocido, que los marineros consumían durante las largas travesías. Quédate a leer las próximas líneas y aprenderas muchas cosas que no sabías sobre este capítulo de la historia trianera y sevillana.

Ya hemos comentado en el anterior artículo que dedicamos al viejo arrabal que Triana, desde su nacimiento y hasta bien entrado el siglo XX fue un barrio industrial, un lugar donde se producía casi de todo y que fue diversificando su industria a lo largo de los siglos adaptándose a la demanda del momento. Para abordar el tema de hoy tenemos que volver atrás en el tiempo, más concretamente al siglo XVI, Siglo de Oro del barrio, como también lo fue de Sevilla, gracias al comercio americano. En ese momento, la producción tanto sevillana como trianera iba enfocada a abastecer la demanda que este comercio requería y a cubrir las necesidades básicas de la población.

La población demandaba alimentos de primera necesidad como pan, carne, pescado, frutas y hortalizas; demandaba textiles y utensilios para el hogar. Las zonas de mercado en Sevilla estaban perfectamente localizadas en diferentes puntos de la ciudad como calle Feria, Plaza de San Francisco o Plaza del Pan. En Triana la zona comercial fueron siempre el Altozano y su entorno. No podemos olvidar que gran parte de los productos llegaban del Aljarafe a través del Camino Real y Ancha de Santo Domingo (actual San Jacinto) al Altozano y de ahí cruzaban el puente de barcas hasta llegar a la ciudad. Del Aljarafe llegaban frutas y verduras, llegaba carne, leche, miel, vino y aceite. El pescado llegaba a través del río, siendo la mayor parte de los pescadores de origen trianero y el pan llegaba de poblaciones cercanas como Alcalá.

El humanista Juan de Mal Lara escribe que de las tierras del Aljarafe llegaban a Sevilla y la nutrían cinco ríos: uno de agua, otro de aceite, otro de vino, otro de leche y otro de miel; a lo que Alonso de Morgado añade, incluyendo las riquezas que llegaban de América que a Sevilla llegan ocho ríos: de agua, aceite, vino, leche, miel, azúcar, oro y plata.

Centrándonos en el pan, que es lo que hoy más nos interesa, buena parte de él se vendía en la plaza que llevó su nombre y que aún la mayor parte de los sevillanos seguimos refiriéndonos a ella como Plaza del Pan y aunque había muchos hornos en Sevilla, gran parte del pan que se consumía en la capital llegaba como antes dijimos de Alcalá de Guadaíra, conocida antiguamente como "Alcalá de los panaderos". Abasteció a Sevilla de la mayor parte del pan durante la Edad Media, siendo los árabes los que levantaron los primeros molinos harineros a orillas del Guadaíra. Traían a Sevilla el pan en burros, mulos y carros hasta que en 1873 se creó el llamado "tren de los panaderos", que conectaba Carmona con Alcalá y Sevilla y que sirvió para transportar el pan a la capital a partir del siglo XIX. Sin embargo la modernidad ha sido la gran enemiga del pan alcalareño, aunque hay un gran empeño por parte de panaderos tradicionales de mantener esa herencia centenaria aún en nuestros días, como la creación en 2016 de la asociación "pan de Alcalá" y que reúne a los panaderos locales.

Entre las variedades de pan que llegaban de Alcalá, había una que por su altísima demanda también se producía en Sevilla, eran los llamados bizcochos. Muchos fueron los hornos de bizcochos y muchos fueron los bizcocheros que trabajaron especialmente durante los siglos XVI y XVII tanto en Alcalá como en Sevilla y Triana. Ejemplo de ello es la antigua denominación que tenía uno de los tramos de la Cuesta del Rosario, junto a la Plaza del Pan, como Horno del Bizcocho.

Al oír la palabra bizcocho hoy, nos viene a la mente la imagen de un bollo esponjoso y dulce pero en el siglo XVI, la palabra bizcocho designaba algo diferente. Bizcocho o biscocho viene de las palabras latinas bis coctus, o lo que es lo mismo, doblemente cocido o cocido dos veces. Se trata de una preparación ya conocida desde la Antiguedad a base de una mezcla similar a la del pan pero sin levadura. Se llevaba al horno extendido, para que quedara fino, como una torta, se cocía y una vez cocido, se dejaba secar en el horno para que perdiera la máxima humedad posible y así permitir que durara más tiempo. Para que nos entendamos, es el origen de nuestros picos, colines o "regañás", que no son otra cosa que la evolución de aquellos. Esos bizcochos tardaban más tiempo en estropearse que el pan normal, se mojaban en agua o en vino para reblandecerlos al comer y fueron el sustento básico de navegantes en el siglo XVI durante las largas travesías a América, tanto que eran conocidos también como "pan de mar", siendo frecuente y abundante su fabricación a lo largo de la historia en ciudades relacionadas con el comercio marítimo.

Debido a la cercanía al puerto, uno de los lugares donde mayor número  bizcocheros se concentraban era Triana, que además de exportar utensilios de loza y cerámica a América, fue encargada de abastecer la demanda de bizcochos, para alimentar a la tripulación de las naves que cruzaban el Atlántico durante las travesías que podían durar meses.

Fabricar bizcochos para las naves que partían hacia Canarias, las costas africanas o posteriormente al Nuevo Mundo era un negocio de primer orden y necesitaba una gran capacidad productora para abastecer la demanda y proveer a todos los barcos que partían, en muchas ocasiones todos a la vez, formando las flotas de las Indias.

Si Triana concentraba gran parte de la industria relacionada con la navegación, era lógico que parte de la producción local de bizcochos saliera del arrabal. Alguno de estos bizcocheros consiguieron hacer fortuna y fama durante su vida, surtiendo barcos como por ejemplo los hermanos Guerra y más concretamente uno de ellos, Luis Guerra.

Su popularidad como hombre adinerado hizo que en ocasiones se recuriese a él para financiar viajes a las Américas como en el caso de Alonso Niño, un marino que fue piloto de la carabela Santa María en la que viajó Cristobal Colón y que también acompañó a este en su segundo viaje. Al regreso se planteó la posibilidad de organizar un viaje por su cuenta a una zona conocida como Costa de las Perlas, cuya abundancia de estas lo había deslumbrado y buscó la financiación del bizcochero trianero. La experiencia de Alonso Niño lo avalaban y la posibilidad de enriquecerse con aquellas perlas hizo que Luis aceptara el trato con una única condición, que su hermano Cristóbal fuese como capitán de la nave, una carabela con una treintena de hombres. Tardaron casi dos años en regresar y lo hicieron a Galicia. A su llegada vendieron parte de la mercancía, e intentaron evitar el pago del quinto real (el impuesto que se pagaba a la Corona). Detenidos y juzgados tuvieron que pagar el impuesto y pudieron continuar el viaje hasta Sevilla. El beneficio obtenido hizo al bizcochero seguir financiando expediciones, algunas a la costa brasileña, trayendo madera del conocido como Palo Brasil, madera muy apreciada y que pronto despertó el deseo de los europeos por ella. La corona portuguesa acabó por declarar la exclusividad para la explotación del "Pau Brasil", provocando que los corsarios ingleses, franceses y holandeses intentaran traer de forma ilegal aquella  madera a Europa. En menos de 100 años el Palo Brasil estaba casi extinguido y esas tierras acabaron por acoger plantaciones de café y caña de azúcar.

Nuestro bizcochero trianero consiguió traer durante años y varias expediciones, toneladas de madera brasileña a Sevilla, aumentando aún más su riqueza, que comenzó como hemos dicho, gracias a la producción de bizcochos unas décadas antes.

Triana por tanto fue uno de los grandes proveedores de bizcoho a las naves que iban al nuevo continente junto con otros hornos sevillanos y alcalareños. Entre los nombres que destancan en toda historia tenemos a un personaje ilustre, uno de los nombres mayúsculos de nuestra historia y que también tuvo relación tanto con nuestro barrio, Triana, como con los bizcochos. En él ambientó una de sus obras más célebres, Rinconete y Cortadillo y aún se conserva en Triana, en concreto en la calle Bétis esquina con Troya, la casa que ha quedado para la historia como el lugar donde nuestro ilustre personaje ubicará la casa de Monipodio. Nuestro ilustre no podría ser otro que Miguel de Cervantes.

Cervantes, 30 años antes de escribir El Quijote estuvo destinado en tierras andaluzas y fue comisario de abastos para proveer a las galeras de la Armada Invencible. Trigo, aceite, cecinas y, según las cuentas de la Armada, se cargaron 110.000 quintales de bizcochos.

"Cerca de medio día podría ser cuando nos echaron en la barca, dándonos dos barriles de agua y algún bizcocho". El Quijote (Parte I, Cap. XXII).

Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, Triana, al igual que otros muchos lugares, conservó gran número de hornos tradicionales que poco a poco se fueron perdiendo. Estos hornos no sólo tenían su producción propia de pan y dulces, sino que en algunas fechas como Navidad, eran muchas las mujeres que hacían en casa un dulce típico y luego los llevaban a cocer a alguno de estos hornos (aún podemos encontrarlos en algunas confiterías de Triana en esas fechas). Eran las Torteras; un dulce de almendra, parecido al mantecado y que en ocasiones se rellenaba de batata o cidra. Se llevaban en una lata o bandeja, y pagando una pequeña cantidad se cocían en alguno de los hornos del barrio. Antiguas tradiciones que tristemente poco a poco se van perdiendo, pero que en el caso trianero aún queda, casi a modo de reliquia esa tradición. Esperemos que podamos seguir degustando Torteras por muchos años y la tradición no se llegue a perder.

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José Manuel Villalba Rodríguez

1 comentario en “Triana, barrio de bizcocheros.”

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