No son pocos los nombres ilustres ligados a la ciudad de Sevilla ya desde la Edad Antigua. Desde el legendario fundador, Hércules, al responsable de su romanización, Julio César. Muchos de ellos forman parte del nomenclátor, de ahí que abandonasen los libros para pasar a formar parte de la cotidianeidad de los sevillanos. Es el caso de María Coronel, uno de los personajes más admirables de la etapa medieval.
Una de las particularidades del monarca medieval Pedro I, cuya vinculación con el sur está más que demostrada, era su afición desmedida por las mujeres hermosas, ya fuesen solteras, casadas o viudas. Una de sus mayores obsesiones fue María Coronel, hija mayor de un poderoso noble castellano, que había obtenido el favor del rey Alfonso XI de Castilla. Cuando este fallece en Aguilar, la hermana menor, Aldonza, se casa con Alvar Pérez de Guzmán, quien apoyó a Enrique de Trastámara en la primera guerra civil castellana contra el mencionado Pedro. Al vencer el segundo, Alvar se vio obligado a huir, dejando a su mujer en el sevillano convento de Santa Clara.
Haciendo gala de su fama, don Pedro se encaprichó de Aldonza Coronel y tenía encuentros con ella en la Torre del Oro y en el Alcázar de Carmona. Como su marido se hallaba ausente, Juan Alfonso de la Cerda, esposo de María Coronel, decidió defender el honor de su cuñado levantándose en armas contra el rey, pero fue apresado por este. A consecuencia de ello, María Coronel se plantó ante don Pedro para pedirle clemencia y éste le concedió el indulto, o más bien, un falso indulto, ya que antes de que la dama regresase a su casa, Juan Alfonso fue decapitado.
DOÑA MARÍA CORONEL: UN CONVENTO Y UNA CALLE.
Tras enviudar, la desolada María se mudó a la calle Arrayán para vivir en el que hoy es el Palacio de los Marqueses de la Algaba, un edificio interesantísimo ubicado en el barrio de la Feria. Pedro I, que se había prendado de su belleza, al igual que le ocurrió con su hermana, la pretendía día y noche, pero ella se negaba en rotundo a acceder a su cortejo, eligiendo en su lugar marchar a un convento.
Después de una incesante búsqueda, el rey finalmente dio con ella y decidió hacerla suya por la fuerza. Esta, al verse en la cocina sin escapatoria, optó por una salida de lo más drástica: arrojarse una sartén de aceite hirviendo sobre la cara para desfigurársela, y de este modo conseguir que su acosador la dejase en paz.
Tiempo después, y siendo consciente de su mala conducta, Pedro I le concedió un solar para levantar el convento de Santa Inés, donde su cuerpo reposa desde entonces. Como curiosidad, dicho cadáver se conserva incorrupto y es expuesto cada 2 de diciembre para todos aquellos sevillanos y foráneos que deseen contemplarlo. Pero la cosa no acaba aquí, pues esta heroína del feminismo también posee calle en la ciudad, la misma donde se ubica el mencionado convento donde Gustavo Adolfo Bécquer situó su famosa leyenda «Maese Pérez el organista». Hoy, aquellos que deseen respirar su atmósfera, pueden dirigirse a la Iglesia para admirar el órgano realizado entre los siglos XVII y XVIII —aquel que inmortalizara el poeta en el periódico madrileño El Contemporáneo en 1862— y a la salida adquirir los famosos bollitos de Santa Inés realizados por las monjas clarisas.
- María Coronel o el valor hecho mujer - diciembre 1, 2020
Desde pequeña mi fascinación por las leyendas está unida a un viejo libro que descubrí en casa de los tíos de mi madre en Sevilla. “Tradiciones y leyendas sevillanas” de José María de Mena. Ya de mayor compré el libro y es una de mis notitas. Gracias por hacerme recordar momentos felices de mi vida.
Muchas gracias por leerlo, me alegro que te guste.